
Ha llegado a la pantalla grande la segunda película de los Expedientes Secretos X y al menos los seguidores de la exitosa serie de televisión no quedaran decepcionados, es como un capitulo alargado en el que a la par del misterio, las conclusiones brillan por su ausencia y después de una década de que los agentes Mulder y Scully tardaran en volver a las pantallas del cine, esta película no esta tan lejos de ser un capítulo más de la serie y hasta ahí.
La atmósfera enrarecida del filme original permanece, al igual que la tensión erótica entre la pareja protagónica. Sin embargo los Expedientes Secretos X: Quiero Creer desecha la acción y apuesta por una complejidad que no se ve en pantalla y un discurso filosófico-cristiano que no ayuda, y eso hace que su trama tarde en conectar con el espectador.
Esta película en particular no tuvo tanto auge como se esperaba, ya que la historia si engloba varios aspectos muy interesantes. Todo empieza cuando en una localidad alejada es secuestrada una mujer sin dejar ni pistas ni rastros. El FBI toma el caso en sus manos y sin más recursos acuden a psíquico expadre de una iglesia acusado de pedófilo. Mientras el va ayudándolos a encontrar las pistas empiezan a sospechar de él.
Deciden contactar a Fox Murder antiguo agente del FBI especializado en casos paranormales, toma la decisión de aventurarse en el caso, mientras que su compañera Susan Scully trabaja en el hospital de la ciudad tratando de salvarle la vida a un pequeño paciente, todo se vuelve trama para Fox tratando de descubrir el caso y la oposición de Scully de que siga con el caso.
La película llega al clímax cuando Fox descubre el lugar donde mantienen secuestrada a la mujer y se da cuenta que es un quirófano donde hacían experimentos con animales y personas, así como Frankenstein, acomodando partes de un cuerpo en otro.
Como es lógico la historia acaba en un final feliz para la pareja resolviendo el caso, y descartando la posibilidad de una tercera película. Juzguen por ustedes mismos.
Escrito por Chantell Cano Cruz, Ileana Hernández Pimentel y Victor Vazquez del Mercado Pardiño